El siglo XX fue un período clave en la historia de Uruguay, marcado por profundos cambios socioeconómicos y modernización. A lo largo de este tiempo, el país atravesó numerosas reformas políticas, crisis económicas y transformaciones culturales, lo que influyó significativamente en su desarrollo y en su lugar en la arena internacional. Uruguay, a menudo denominado "la Suiza de América Latina", buscó la creación de una sociedad justa con énfasis en la democracia, la igualdad social y el progreso.
Uno de los momentos clave a inicios del siglo XX fueron las reformas del presidente José Batlle y Ordóñez, quien ocupó el cargo de jefe de Estado entre 1903-1907 y 1911-1915. Su mandato sentó las bases de la moderna estatal uruguaya, orientada hacia los derechos sociales y económicos de los ciudadanos.
Las reformas de Batlle incluyeron la introducción de la jornada laboral de ocho horas, el desarrollo de un sistema de seguridad social, la nacionalización de sectores clave de la economía, como la electricidad y el abastecimiento de agua, así como la ampliación de los derechos de las mujeres. Esto convirtió a Uruguay en uno de los países más progresistas de América Latina en ese momento.
En la primera mitad del siglo XX, la economía de Uruguay se basaba en la exportación de productos agrícolas, en particular carne y lana. Gracias a los altos precios mundiales de estos productos, el país experimentó un crecimiento económico que permitió mantener un alto nivel de vida y llevar a cabo programas sociales.
Este período, especialmente desde la década de 1940 hasta la de 1950, se conoce como la "edad de oro" de Uruguay. El país gozaba de una democracia estable, desarrollaba activamente su sistema educativo y de salud, lo que contribuyó a elevar los niveles de alfabetización y mejorar la calidad de vida de la población.
A mediados del siglo XX, Uruguay enfrentó una serie de desafíos. La economía comenzó a experimentar dificultades debido a la caída de los precios internacionales de los productos agrícolas y al aumento de la competencia en los mercados internacionales. Esto condujo a un aumento del desempleo, a la disminución del nivel de vida y al descontento entre la población.
La inestabilidad política también se intensificó. Las fuerzas conservadoras criticaron las reformas sociales, mientras que los movimientos de izquierda radical, inspirados en la revolución cubana, clamaban por cambios más profundos. En este período surgió la organización de izquierda radical Tupamaros, que llevó a cabo una lucha armada contra el gobierno.
Las dificultades económicas y la polarización política llevaron a un golpe de Estado en 1973. El poder en el país pasó a manos de los militares, quienes establecieron un régimen dictatorial. En este período se suspendieron las actividades de los partidos políticos, se limitaron las libertades civiles y la oposición fue sometida a represalias.
El gobierno llevó a cabo reformas económicas orientadas hacia la liberalización del mercado y la atracción de inversiones extranjeras. Sin embargo, estas medidas no lograron estabilizar la economía, y el país continuó sufriendo de inflación, deuda externa y tensión social.
La dictadura dejó una huella profunda en la historia de Uruguay. Miles de ciudadanos fueron arrestados, muchos fueron torturados o desaparecieron. A pesar de esto, en la sociedad persistió el deseo de restablecer la democracia.
En 1985, bajo la presión de protestas masivas y de la comunidad internacional, Uruguay celebró elecciones democráticas que marcaron el fin del régimen militar. La restauración de la democracia estuvo acompañada por la aprobación de nuevas leyes orientadas a proteger los derechos humanos y fortalecer las bases institucionales del Estado.
El nuevo gobierno enfrentó numerosos desafíos, incluyendo la necesidad de restaurar la economía y superar las secuelas de la dictadura. Un paso importante fue la realización de investigaciones sobre violaciones de derechos humanos, aunque este proceso generó controversias debido a la aprobación de la Ley de Amnistía, que limitaba el enjuiciamiento de los criminales de guerra.
Desde finales de la década de 1980, Uruguay inició un proceso de modernización económica. El país atrajo activamente inversiones extranjeras, desarrolló su sector exportador y llevó a cabo reformas en el ámbito social. Se prestó especial atención al desarrollo de la infraestructura, incluyendo proyectos de transporte y energía.
Uno de los enfoques clave fue el fortalecimiento del sistema educativo. El gobierno invirtió en tecnologías, programas de formación y en la expansión del acceso a una educación de calidad. Estas medidas permitieron a Uruguay ocupar posiciones de liderazgo en América Latina en términos de niveles de alfabetización y educación de la población.
En el siglo XX, Uruguay se convirtió en un importante centro de cultura y arte en América Latina. El país dio al mundo a escritores conocidos, como Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti, cuyas obras reflejan la identidad uruguaya y las realidades sociales.
El fútbol también jugó un papel significativo en la cultura uruguaya. Las victorias de la selección nacional, incluyendo dos Copas del Mundo en 1930 y 1950, se convirtieron en símbolos de orgullo nacional y unidad. Las tradiciones culturales, como el tango y el candombe, continuaron desarrollándose, combinando elementos de las culturas europea y africana.
El siglo XX fue una época de profundos cambios y desafíos para Uruguay. El país atravesó períodos de auge y crisis, manteniendo su compromiso con la democracia y la justicia social. Las lecciones del pasado ayudaron a Uruguay a construir una sociedad moderna, orientada hacia el progreso y los derechos humanos. Esta experiencia se convirtió en la base para un desarrollo futuro en el siglo XXI.