El período en el que Bielorrusia formó parte del Imperio Ruso abarca más de doscientos años, desde finales del siglo XVIII hasta principios del siglo XX. Esta etapa se convirtió en clave en la historia del país, determinando su desarrollo posterior, los cambios culturales y sociales, así como el destino político. La incorporación de Bielorrusia al Imperio Ruso se produjo como resultado de las tres particiones de la Mancomunidad de Polonia-Lituania, lo que condujo a cambios significativos en la vida política, económica y cultural de la región.
La primera partición de la Mancomunidad de Polonia-Lituania en 1772 marcó el inicio de una nueva etapa en la historia de Bielorrusia. A consecuencia de las particiones, realizadas entre Rusia, Prusia y Austria, Bielorrusia fue incorporada al Imperio Ruso. Este proceso continuó hasta 1795, cuando la Mancomunidad de Polonia-Lituania fue finalmente disuelta. Bielorrusia fue asignada el estatus de gubernia, lo que modificó su división administrativa-territorial.
Con el inicio del dominio ruso, las tierras bielorrusas comenzaron a estar sujetas a reformas destinadas a la integración en el imperio ruso. Este tiempo se caracterizó tanto por el fortalecimiento de la influencia rusa como por el desarrollo de la conciencia nacional bielorrusa, que comenzó a formarse gradualmente bajo la influencia de las nuevas condiciones de vida.
Con la incorporación al Imperio Ruso comenzaron cambios administrativos significativos. Bielorrusia fue dividida en varias gubernias, lo que facilitó una gestión más efectiva. Un nuevo orden administrativo se implementó a través del sistema de autogobierno local, sin embargo, el poder real permanecía en manos de funcionarios rusos. Esto causó descontento entre la población local, que aspiraba a preservar sus tradiciones y el autogobierno.
Los intentos de rusificación, que comenzaron desde la propia incorporación, se convirtieron en una de las características de este período. Las autoridades intentaron introducir la lengua y cultura rusa en el sistema educativo y en la práctica administrativa, lo que provocó resistencia por parte del pueblo bielorruso. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la cultura bielorrusa continuó conservando su identidad.
La vida económica de Bielorrusia también sufrió cambios como resultado de la incorporación al Imperio Ruso. El sistema agrario siguió siendo dominante, y los campesinos, que constituían la mayor parte de la población, continuaron trabajando en tierras de los terratenientes. Sin embargo, tras la reforma de 1861, que abolió el sistema de la servidumbre, los campesinos obtuvieron ciertos derechos, lo que provocó cambios en la estructura social.
El desarrollo industrial comenzó a finales del siglo XIX, cuando comenzaron a aparecer fábricas y plantas en tierras bielorrusas. Grodno, Minsk y otras ciudades se convirtieron en centros industriales, lo que contribuyó al aumento del número de trabajadores y al desarrollo de la infraestructura urbana. Sin embargo, la economía siguió siendo en gran medida agraria, y las explotaciones campesinas continuaron predominando.
La vida cultural de Bielorrusia en el Imperio Ruso fue diversa. A pesar de los intentos de rusificación, la cultura bielorrusa preservó sus tradiciones, lengua y costumbres. Durante este tiempo comenzaron a desarrollarse la literatura bielorrusa y el arte popular. La aparición de nuevas corrientes literarias contribuyó a la formación de la conciencia nacional bielorrusa.
En la segunda mitad del siglo XIX, en la cultura bielorrusa se produjo un crecimiento significativo del interés por la lengua y la literatura nacionales. Escritores y poetas comenzaron a abordar temas populares, describiendo la vida de las personas sencillas y sus costumbres. En este periodo empezaron a aparecer organizaciones y movimientos dirigidos a la protección de la cultura y la lengua bielorrusas.
El renacimiento nacional, que comenzó a finales del siglo XIX, se convirtió en una etapa importante en la historia de Bielorrusia. Durante este tiempo, se activaron movimientos sociales que buscaban la restauración de la cultura y la lengua bielorrusas. Se crearon sociedades culturales, teatros e instituciones educativas que facilitaron la difusión de la lengua y la literatura bielorrusas.
Un acontecimiento importante fue la creación del Teatro Nacional Bielorruso en Minsk en 1910, que se convirtió en una plataforma para la promoción de la cultura bielorrusa. También cabe destacar la actividad de figuras culturales bielorrusas como Franciszek Bogushevich y Yanka Kupala, que se convirtieron en símbolos del movimiento nacional bielorruso.
La Primera Guerra Mundial, que comenzó en 1914, tuvo un impacto significativo en Bielorrusia. Las acciones bélicas, la ocupación y las dificultades económicas contribuyeron al fortalecimiento del movimiento nacional. Tras la revolución de febrero de 1917, comenzaron cambios en Rusia que también afectaron a Bielorrusia. La creación del Consejo de Diputados de Trabajadores y Soldados dio un nuevo impulso al desarrollo de la conciencia nacional bielorrusa.
En 1917 se fundó la República Popular Bielorrusa, lo que marcó un paso importante hacia la independencia. Sin embargo, la situación política seguía siendo inestable, y como resultado de la Revolución de Octubre en Rusia, los bolcheviques llegaron al poder. Este acontecimiento trajo nuevos desafíos para el pueblo bielorruso y determinó el destino posterior del país.
El período de Bielorrusia en el Imperio Ruso fue un tiempo de cambios significativos que ejercieron una profunda influencia en el desarrollo de la sociedad y la cultura bielorrusa. Esta época sentó las bases para la formación de la identidad bielorrusa, y a pesar de los intentos de rusificación, el pueblo bielorruso mantuvo sus tradiciones y su lengua. El renacimiento nacional y los movimientos sociales que surgieron en este período jugaron un papel importante en la historia de Bielorrusia y prepararon el terreno para los futuros anhelos de independencia y autodeterminación.