El período ruso en la historia de Finlandia comenzó después de la guerra ruso-sueca de 1808-1809, cuando Finlandia pasó a estar bajo la administración del Imperio Ruso. Este período duró más de un siglo y se convirtió en un tiempo de profundos cambios políticos, económicos y culturales que jugaron un papel clave en la formación de la moderna identidad finlandesa y las estructuras estatales. El Imperio Ruso otorgó a Finlandia una considerable autonomía, lo que permitió a los finlandeses preservar su cultura y desarrollar una conciencia nacional. Sin embargo, los intentos graduales de integrar a Finlandia en el sistema ruso provocaron resistencia y llevaron a relaciones tensas entre los finlandeses y el Imperio Ruso.
Después de la derrota de Suecia en la guerra de 1808-1809, tras el Tratado de Fredrikshamn, Finlandia se convirtió en parte del Imperio Ruso con el estatus de Gran Ducado autónomo. En 1809, el emperador ruso Alejandro I otorgó a Finlandia amplios derechos, incluyendo la preservación de las leyes suecas, libertad religiosa y un estatus especial. El Dieta finlandés, reunido en Borgo (Porvoo), confirmó su lealtad al nuevo monarca, lo que fortaleció la autonomía de Finlandia dentro del imperio.
Finlandia mantuvo su parlamento —el Dieta— así como sus propias estructuras administrativas y judiciales. De este modo, Finlandia se mantuvo legalmente separada de la parte principal del imperio, y el emperador del Imperio Ruso llevaba el título de Gran Duque de Finlandia. Gracias a esta posición especial, la cultura, la lengua y las instituciones sociales finlandesas tuvieron la oportunidad de desarrollarse libremente, lo que sentó las bases para la futura Finlandia independiente.
Finlandia dentro del Imperio Ruso experimentó un notable auge económico. El país desarrolló activamente la industria forestal, la agricultura y el comercio. A mediados del siglo XIX, comenzó la construcción de ferrocarriles, lo que facilitó el desarrollo de la red de transporte y el fortalecimiento de la economía. La ciudad de Helsinki, declarada capital de Finlandia en 1812, se transformó gradualmente en un importante centro económico y cultural, con un crecimiento rápido de su población e infraestructura.
Mientras Rusia continuaba apoyando el estatus autónomo de Finlandia, la política económica se orientó hacia el desarrollo de la industria y el comercio. La industria forestal se convirtió en el principal sector exportador de la economía, y Finlandia comenzó a exportar sus productos no solo a Rusia, sino también a Europa Occidental. Además, surgieron las primeras fábricas en el país, lo que estimuló el desarrollo de clases trabajadoras y población urbana.
En el siglo XIX, Finlandia inició un renacimiento nacional, orientado a fortalecer la cultura y la lengua finlandesas. Ante el creciente interés por la identidad nacional, los finlandeses comenzaron a estudiar activamente su historia y tradiciones. Este proceso fue apoyado por académicos, escritores y políticos que buscaban hacer del idioma y la cultura finlandeses una parte de la vida pública del país.
Uno de los eventos clave fue la publicación en 1835 del épico "Kalevala" por Elias Lönnrot, quien recopiló y registró las tradiciones populares finlandesas. Este épico se convirtió en un símbolo del espíritu nacional finlandés y tuvo un impacto significativo en el desarrollo de la literatura y cultura finlandesas. Para finales del siglo XIX, el idioma finlandés obtuvo el estatus de idioma oficial junto con el sueco, lo que fue un logro importante para el movimiento nacional y fortaleció la identidad cultural de Finlandia.
A finales del siglo XIX, Rusia inició una política de russificación destinada a integrar a Finlandia en la estructura del imperio. Esta política incluía intentos de unificar las normas jurídicas y administrativas, la introducción del idioma ruso en las instituciones estatales y limitaciones en la actividad de organizaciones finlandesas. Una fuerte resistencia fue provocada por el decreto de 1899, conocido como el "Manifiesto de febrero", que restringió la autonomía de Finlandia y sometió las leyes finlandesas al control del gobierno central en San Petersburgo.
Estas medidas provocaron una ola de descontento entre los finlandeses y condujeron a un fortalecimiento del movimiento nacional. En respuesta a la russificación, los finlandeses comenzaron a resistirse activamente, incluyendo protestas, la publicación de peticiones y la creación de organizaciones secretas. El movimiento de resistencia pasiva atrajo la atención de la opinión pública mundial, y muchos representantes de la intelligentsia finlandesa expresaron abiertamente su posición contra la russificación, apoyando la preservación de la autonomía.
La primera revolución rusa de 1905 llevó a un alivio de la presión sobre Finlandia, y algunas medidas de russificación fueron revocadas. En 1906, se aprobó una nueva ley electoral que otorgó el derecho al voto a todos los ciudadanos adultos de Finlandia, incluyendo a las mujeres, lo que convirtió al parlamento finlandés en uno de los primeros en el mundo en introducir un proceso electoral universal.
Sin embargo, la restauración completa de la autonomía ocurrió solo después de la revolución de febrero de 1917, que debilitó el control de Rusia sobre Finlandia. En ese momento, los círculos políticos finlandeses comenzaron a discutir activamente la independencia. Después de la revolución de octubre en Rusia y la toma del poder por los bolcheviques, el 6 de diciembre de 1917, el parlamento finlandés proclamó la independencia de Finlandia. Este día se convirtió en un símbolo del final del período ruso y el inicio de una nueva etapa en la historia del país.
El período ruso tuvo un impacto significativo en la formación de la sociedad y el estado finlandeses. Por un lado, la autonomía otorgada permitió a Finlandia preservar sus tradiciones y su lengua, lo que jugó un papel clave en la formación de la conciencia nacional. Por otro lado, los intentos de russificación fortalecieron el deseo de independencia y prepararon el terreno para la posterior construcción estatal.
La experiencia de autogobierno dentro del Imperio Ruso ayudó a Finlandia a crear estructuras administrativas sólidas que se convirtieron en la base para el futuro estado independiente. Para el momento de la proclamación de independencia, la sociedad finlandesa estaba lista para la autodeterminación y la creación de su propia soberanía. Las instituciones políticas y sociales formadas en este período continuaron existiendo en la Finlandia independiente.
El período ruso en la historia de Finlandia es una época de profundas transformaciones que afectaron todos los aspectos de la vida de la sociedad finlandesa. A lo largo de más de un siglo, Finlandia, a pesar de la subordinación política, logró conservar su cultura y crear las bases para una futura soberanía. El Imperio Ruso, al otorgar a Finlandia una considerable autonomía, influyó en la formación de la identidad nacional y en el desarrollo de la economía.
La política de russificación, que comenzó a finales del siglo XIX, llevó al crecimiento del movimiento nacional, lo que finalmente preparó a la sociedad finlandesa para la proclamación de independencia en 1917. Así, el período ruso se convirtió en una etapa importante en la historia de Finlandia, que sentó las bases para el desarrollo posterior del país como estado independiente.